Antes de saltar al agua, hay que asegurarse de que todo esté en su lugar. La máscara, el tanque abierto, las aletas bien ajustadas. Cuando Juan Carlos Sierra se sentó en la borda del barco para bucear, me acerqué a ayudarle a ajustar sus aletas. «¿Lo sientes bien? ¿Están bien ajustadas?», le pregunté. «No tengo ni idea, no siento nada», respondió con una sonrisa. El antiguo intendente de policía sufrió un accidente grave en el 2007, cuando patrullaba las carreteras de la zona del Llano. Quedó en silla de ruedas y no tiene sensibilidad en sus axilas. A pesar de todo, se lanzó a bucear.
Sierra y otros cinco hombres que resultaron heridos en combate, estuvieron en Cartagena y las Islas del Rosario dos días para obtener el certificado de buzos con autonomía, es decir, que tengan movimiento y respiren hasta 18 metros de profundidad con un tanque de oxígeno. Euclides Feria Ávila, de la Armada de Colombia, no tiene movimiento en sus piernas. Camilo Castellanos y Francisco Pedraza, militar del Ejército y teniente coronel, respectivamente, perdieron ambas piernas. El primero, desde la cintura y el segundo en sus piernas, arriba de las rodillas. José Manuel Martínez y Alexander Tapasco, capitán de la Armada, perdieron una pierna en circunstancias de minas antipersonal.
Andrés Obregón, fundador de Diving Planet Cartagena, invitó a estos hombres heridos de guerra a su centro de buceo de más de 25 años de experiencia. Allí, él y sus instructores se han preguntado cómo hacer de esta experiencia en el fondo del mar algo inclusivo. Por eso, han llevado a personas con discapacidades físicas o mentales a las profundidades del mar. Además, también han llevado a buceadores con amputaciones o personas con síndrome de Down. Estos hombres que fueron heridos en el servicio o en combate, también se prepararon para los Juegos Invictus, una competencia deportiva patrocinada por el príncipe Harry de Inglaterra, destinada a los veteranos del mundo.
Además de entrenar y graduar a los buzos, Daniela Correa, Jorge Herrera y Andrés Obregón se hicieron cargo de convertirlos en embajadores de los corales. Ahora, los convocan a cuidar y proteger a estos animales, que son susceptibles a grandes factores como la acidificación del océano, el aumento de la temperatura, el impacto del turismo desmedido, la contaminación del agua, las nuevas enfermedades y la carencia de tejido coralino. Andrés Obregón lo manifiesta así: «Los hombres y los corales están en una postura de vulnerabilidad. Los hombres han encontrado herramientas para seguir viviendo, pero los corales no».
Los corales no pueden cambiar su posición, porque no pueden escapar de la corriente de agua que los rodea, ni de la presión de los anclas que caen sobre ellos. No pueden mantenerse alejados de los demás para evitar enfermedades. Sus mecanismos de adaptación no van tan rápido como la manera en que alteramos el ecosistema.
La enfermedad que destruye los tejidos de los corales, identificada por primera vez en los Estados Unidos, ya se ha encontrado en Colombia. Ha afectado a siete áreas del archipiélago de San Andrés y providencia, lo que significa que está avanzando a un ritmo alarmante y destruye los arrecifes en pocos días. «La gente con discapacidad puede perder los tejidos y mostrarnos que pueden superar esas limitaciones, los corales infectados abandonan sus tejidos y con ello, su vida», dice Obregón.
Los hombres se acercaron a nuevas experiencias a través del ejercicio físico. José Manuel Martínez, que ahora practica atletismo con una prótesis en lugar de la pierna izquierda que perdió en una mina durante el operativo contra un almirante de la Armada, en Palestina (Chocó), en 2016, dice: «Cada cosa se maneja de manera distinta en el agua, la tierra tiene sus limitaciones, pero no es así debajo del agua. No me molestan las peladuras ni que se me duerma la pierna. No me molesta nada y eso es como llevar el zapato malo todo el tiempo. Me siento libre».
El sargento Francisco Pedraza afirma que ahora son más conscientes de vivir en una región marina, un espacio enorme y majestuoso, que hay vida dentro del mar. Gracias a este buceo, pude compartir el agua con los peces y los corales, y eso me hizo entender que están en peligro. Debemos preguntar qué tan dañinos somos y cómo podemos ayudar a protegerlos.
Feria dijo que «conocer el mar desde abajo y no dejarlo en la arena y en las olas, sino en una vida acuática es inolvidable». Así resumió la experiencia de sus compañeros y él: «Parecíamos niños pequeños, nos sentimos libres y en un entorno que no era el nuestro, pero más libres que nunca. Significa mucho para mí, porque nos recordó lo importante que es querer la naturaleza».
Según Pedraza, algunas cosas son difíciles para ellos, pero la gente dice que es imposible.
«Creo que han ayudado a muchas personas con discapacidad a conseguir algo que en un momento era impensable para nosotros», dice el cabo segundo, Euclides Feria Ávila, que será estudiante de administración de empresas y que ha sido paralímpico.