Imagina que tienes frente a ti el dibujo de una ciudad en blanco y negro, pero no tienes colores para pintarla. Y aún no sabes si está soleada o lluviosa, ni el tono de piel de los transeúntes, el material de las casas, o si las flores son lirios o azucenas. Justamente así ocurre con las emociones: si no las tuviéramos, tampoco tendrían color nuestras experiencias.
En este artículo te contaremos cómo se clasifican las emociones, qué significan, un mapa de cómo se ubican en nuestro cuerpo y las diferencias culturales entre las emociones de Oriente y Occidente.
Además, te compartiremos una serie de herramientas fáciles y rápidas para canalizarlas exitosamente. ¡Comencemos!
Etimología de la palabra emoción
Proveniente del verbo latino “movere”, la emoción significa ‘moverse hacia’. Es decir, que es un cambio de estado que, indistintamente de cuál sea, siempre impulsa a la acción.
Acorde con el psicólogo social Robert Zajonc (1980), toda emoción se compone de dos grandes dimensiones: la primera, la generación de una sensación de agrado o desagrado y, la segunda, de una intensidad en particular.
En palabras del también psicólogo, Mariano Chóliz Montañés, en el artículo “Psicología de la emoción: el proceso emocional” (2005), todas las emociones actúan como un mecanismo de defensa para el ser humano, por lo que se manifiestan como una herramienta de adaptación al medio ambiente y el medio social.
¿Dónde habitan las emociones?
Imagina esta historia…
Phineas Gage, un joven responsable y de muy buen carácter, y capataz en los ferrocarriles de Nueva Inglaterra en 1848, nunca imaginaría que, cientos de años después, sería tan famoso para la neurociencia como lo es hoy.
Y es que, un día de tantos, mientras preparaba las cargas explosivas para demoler rocas de granito, un error en la carga de explosivos provocó que una barra metálica, de un metro de largo, le atravesara la región frontal del cerebro.
Phineas, estuvo en todo momento consciente del accidente. Y, después de recuperarse, regresó a sus labores cotidianas como si nada hubiera ocurrido.
Con tan mala suerte…
Que con los días se empezaron a notar cambios en el campo afectivo: su actitud dio un vuelco al irrespeto, irresponsabilidad y agresividad. Hasta morir 12 años después.
A partir de allí, se inició un estudio sistemático sobre el papel del córtex cerebral en el desarrollo e intensidad de las facultades afectivas e intelectuales del ser humano, hasta llegar a las precisiones actuales.
¿Qué parte del cerebro regula las emociones?
La amígdala cerebral es una pequeñísima estructura con forma de maní, encargada de guardar la memoria o el clima emocional del ser humano.
Esta es el área del cerebro encargada de dar play al proceso de secreción de noradrenalina en forma masiva, es decir, de la hormona encargada de activar un estado de alerta en el cerebro y estimular los sentidos.
La amígdala, responde a las señales sensoriales mucho antes de que el neocórtex -el cerebro racional- haya tenido siquiera la oportunidad para procesar la información.
Además, trabaja en equipo con el hipocampo, que registra los hechos en bruto. Así, mientras el hipocampo reconoce las facciones de x o y político, es la amígdala la que le imprime esa carga emocional que indica que éste no le genera confianza.
De ahí que el líder espiritual del budismo tibetano, el Dalái Lama, afirme que, en vista de que las emociones son estados mentales, es indudable que el método para manejarlas tiene que venir desde adentro del individuo.
¿Qué diferencia hay entre sensación, emoción y sentimiento?
Es usual que confundamos estos tres conceptos, dada la relación de concatenación que mantienen. Sin embargo, veamos en qué se diferencian y en qué orden ocurren:
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Sensación
Es una impresión en el cuerpo generada por un estímulo externo, que interpretamos como un cambio o desequilibrio en lo “normal”. Por ejemplo: pasar de la sensación de seguridad a inseguridad, de hambre a llenura, etc. La sensación puede tener una dimensión física y psicológica.
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Emoción
Corresponde a una reacción automática ante una situación, previa a la acción. Es el estado anímico en el que desembocan las sensaciones y, generalmente, se manifiestan a través de síntomas corporales como la sudoración, el aumento de palpitaciones, el enrojecimiento o la palidez, etc. Y se verbalizan con expresiones que denotan, literalmente, emoción.
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Sentimientos
Requieren voluntad, tiempo y también perduran él. Son el fruto de aquellas emociones que ya se hicieron conscientes; es decir, el resultado de un proceso cognitivo que desemboca en un estado afectivo.
¿Qué influencia tiene la cultura en nuestro mundo emocional?
Toda. De hecho, cada grupo cultural tienen una escala de valoración diferente para las distintas emociones, con la que determinan cuán deseables o reprochadas son.
Y es que, mientras en Occidente la expresividad emocional y espontánea es reconocida socialmente como una actitud positiva, en Oriente, en cambio, la modestia en el sentir es lo que resulta deseable, como lo explica Daniel Goleman en su libro “Emociones destructivas” (2003).
Las tradiciones orientales son especialmente ricas en el estudio del papel de la mente en el control de emociones. Inclusive, pensamiento y emoción son una amalgama inseparable. Por lo cual, registran más de 84 mil emociones destructivas, mientras que, en Occidente, el total de emociones solo suman cerca de 130.
Si pudiéramos ampliar con una lupa lo que ocurre en el cuerpo humano cuando experimenta una emoción, veríamos cómo, cada una de ellas es acompañada por una serie de correlatos cerebrales que difieren de cultura en cultura, aunque biológicamente sean iguales.
Tipos de emociones
Primarias
Imagina que en 1967 existía una tribu en Nueva Guinea, que, mientras Estados Unidos ya lanzaba al espacio el Lunar Orbiter 3, aún se encontraba en la edad de piedra. Hasta allí fue a parar el psicólogo Paul Ekman, para estudiar las expresiones faciales de los nativos al expresar sus emociones.
¿El resultado? Un mínimo de seis familias de emociones, que, aún hoy, y sin importar el hemisferio del mundo del cual se provenga, se corroboran por su carácter universal, atemporal y acultural.
Autores, como el científico Charles Darwin, sostienen que incluso son comunes a los primates.
En palabras del psicólogo Daniel Goleman, quien popularizó el término de inteligencia emocional en 1995, los colores primarios que componen las emociones son los siguientes:
Secundarias
Por otro lado, las familias secundarias son aquellas que se derivan de las seis anteriores.
A manera de ejemplo, en el caso de Occidente, contamos con expertos como Robert Plutchik, quien desarrolló el famoso modelo tridimensional de las ocho emociones (éxtasis, admiración, terror, asombro, pesar, aversión, furia y vigilancia), de las cuales se desprenden múltiples diadas.
Y es que, sin duda, el reconocimiento de los estados anímicos mediante su apropiada verbalización, es una de las vías principales para tomar las riendas sobre el curso de nuestra vida.
¿Dónde se sienten las emociones?
Desde que Hipócrates hablara de los cuatro tipos de humor en la Grecia antigua, vinculados al equilibrio del espíritu: flema, más presente en personas sociales, sangre, en los más alegres, bilis negra en los más melancólicos y bilis amarilla en los más irritables, ya era claro que el cuerpo habla de lo que en la mente se tiene.
Los científicos de la Universidad Alto de Finlandia desarrollaron en 2014 un mapa de las emociones, después de recoger el testimonio de 70 personas que identificaron en una silueta humana, qué región de su cuerpo se activaba al experimentar múltiples emociones, como angustia, felicidad, orgullo, envidia, pudor, etc. Y es que, la respuesta física de las emociones parece ser tan universal como las emociones primarias.
De ahí, que, en la investigación realizada con una muestra de 70.085 pacientes alrededor del mundo, demuestre que entre el 40% y 49% de las personas atendidas por una consulta general, presentan como mínimo un síntoma inexplicable médicamente, acorde con Francisco Cano García y Juan Francisco Rodríguez Testal, en el artículo “Patología psicosomática” (2017).
Ejercicios simples para gestionar las emociones
Lo primero y más importante, es que tengas presente que el proceso de autorregulación de las emociones ocurre de manera paulatina y gradual, es personal e intransferible.
Autorregular, significa ser capaz de gestionar tus emociones. Identificarlas, canalizarlas, expresarlas o modificarlas de ser pertinente. Cada persona elige el método que mejor se adapte a tu personalidad y necesidades.
Estas son algunas ideas:
Comer saludable
“Dime qué comes y te diré quién eres”. Comer despacio, en horarios fijos y con la cantidad de vitaminas y minerales, ayuda a prevenir la ansiedad y amortiguar las consecuencias del estrés.
Reír y sonreír
Acorde con la Fundación Española del Corazón (FEC), la risa y el buen estado de ánimo ayudan a prevenir los problemas cardiovasculares. Así que sal, diviértete, ríete a carcajadas con amigos, ve a ver una comedia o solo, mirándote al espejo.
Mientras que, en palabras del cardiólogo José Luis Palma Gámiz, el estrés constante facilita que sustancia que arrastra la sangre como el colesterol, penetren en la pared interna de los vasos sanguíneos.
Hacer deporte
Muchas personas recurren a trotar o boxear, para descargar la intensidad de aquellas emociones que les restan tranquilidad. Así que, si golpear un saco te ayuda a botar la tristeza o la rabia, hazlo sin perder de vista el propósito.
En el artículo de la Revista Colombiana de Psiquiatría, “Ejercicio y depresión” (2010), el psiquiatra Felipe Villegas Salazar, explica que, en 2006, Daniel Galper y su equipo, concluyeron que existe una relación inversa y bidireccional entre los síntomas de la depresión y la realización de actividad física, después de investigar a 5.451 hombres y 1.277 mujeres entre 20 y 88 años.