Cuéntame tu leyenda, y te diré de dónde eres. Y es que, sin duda, todos escuchamos alguna vez leyendas colombianas como La Llorona, El Cura sin Cabeza, El Coco o La Pata Sola: historias, que se transmiten de generación en generación, mediante la tradición oral, escrita o audiovisual, y dan cuenta de la mentalidad colectiva de las múltiples culturas que el mundo ha visto nacer.
¿Por qué nacen las leyendas?
Tal como lo explica la historiadora y magíster en Educación, Vilma Sofía Lora Rincón, desde la antigüedad hasta las culturas precolombinas, los pueblos han construido leyendas que les permiten mantener una identidad. Narraciones de especial importancia en tiempos cuando no existían los límites físicos como los conocemos hoy, sino, que los pueblos se conformaban por lazos de consanguinidad o asociaciones por conveniencia, y, más que importantes, las leyendas eran indispensables para explicar lo inexplicable: “un elemento de aprendizaje o enseñanza a las nuevas generaciones sobre su propia cultura, sobre su cotidianidad. Una forma de cohesión social, pero también de control”.
No cabe duda que Colombia es un país rico en leyendas urbanas y rurales, donde abunda la alusión a montañas mágicas, pactos con el diablo, tesoros escondidos –más conocidos como ‘guacas’-, brujas a caballo, rocas con poderes sobrenaturales, criaturas teriomorfizadas que espantan a los viajeros y personajes heroicos, entre cantidad de temas.
Acorde con el folclorólogo colombiano, Javier Ocampo López, en su libro “Leyendas Populares Colombianas”, la característica transversal a toda leyenda es que consiste en una narración literaria que entremezcla lo mítico con lo histórico, lo real con lo irreal, lo verídico y lo fantasioso; es decir, que se compone de un conjunto de reflexiones y explicaciones sobre las creencias, al origen, las costumbres, los hitos sobrenaturales o los personajes representativos, que carecen de documentos y testimonios que permitan comprobar la veracidad histórica, pero, que existen en la memoria cotidiana y, por ende, se narran en forma legendaria, con un lenguaje impreciso e hiperbólico que dura, que es latente.
Relevancia de la geografía en la formación de leyendas
La composición espacial del mito es un elemento de alta relevancia en el relato de las leyendas, pues se constituye como el elemento conocido, cercano, familiar al pueblo que da vida al mito; el elemento que siempre podrán reconocer en el entorno quienes escucharán y contarán las leyendas a pesar del tiempo.
Intenta por un segundo remitirte a 2do de primaria, cuando te enseñaron las seis regiones naturales que componen Colombia. ¿Te suena la Amazonía, la región Andina, Caribe, la Orinoquía, el Pacífico o la región Insular? Pues bien, cada uno de estos espacios territoriales han visto crecer tantas leyendas como los años que las preceden; leyendas, ricas en simbología, elementos etnográficos y sociales de los pueblos, que podrás conocer a continuación. ¿Estás preparado? Te contaremos una leyenda por región, y, además, podrás visualizar algunas manifestaciones folclóricas inspirados por ellas.
Leyendas de la región Caribe
Iniciemos este viaje por la tierra del arroz de coco, el mote de queso y el bullerengue. Ubicada al norte del país, donde limita con el mar Caribe, esta región canta sus leyendas colombianas al son de los tambores, que marcan los pasos de uno de los animales que más leyendas ha inspirado allí y, que sigue despertando sustos en los pescadores que extienden sus raíces por los ríos que la cruzan: el caimán.
“El Hombre Caimán”
Cuenta la leyenda que, en la Villa Concepción de la Plata, mejor conocida como Plato: un municipio en la región Caribe bañado por decenas de afluentes del río Magdalena, que atraen día a día a los bañistas; existió un pescador, llamado Saúl, que disfrutaba espiar a las jóvenes del pueblo mientras se bañaban en el caño “Las Mujeres”.
Su fijación por las partes íntimas del sexo femenino era tan fuerte, que viajó hasta la Guajira a pedirle a un chamán que le preparara un brebaje para convertirse en caimán cada que lo deseara. El sabio, le preparó dos botellas que contenían: una, un líquido rojo para que Saúl se frotara en el cuerpo hasta volverse como el animal, y, otra, de color blanco, para devolverlo a su forma humana.
Siempre que el hombre iba a utilizar la pócima, le pedía a su mejor amigo, cómplice de su voyerismo, que le acompañara para rociarle el líquido blanco al terminar con su pasatiempo. Sin embargo, un día en que su fiel compañero no pudo llegar al encuentro, le pidió a otro pescador que le ayudara en su empresa, pero, éste, al ver la imagen de Saúl convirtiéndose de hombre a caimán, saltó del susto y regó todo el líquido blanco sobre las piedras del caño. Sólo unas pocas gotas alcanzaron a tocar la cara de Saúl, quedando para siempre con rostro humano y cuerpo de reptil, convirtiéndose así en el terror de las mujeres y demás transeúntes del caño.
¿Qué fue de la vida del hombre caimán?
Se cuenta que el brujo que ingenió la pócima para Saúl, murió días después de la visita del pescador y nunca reveló al secreto a nadie sobre cómo preparar el líquido blanco. Solo la madre del hombre caimán se atrevía a bajar hasta el río a darle de comer a su hijo, hasta morir de tristeza.
Desde entonces, se cuenta que el espécimen deambula hasta donde el río Magdalena se une con el mar, en Bocas de Ceniza, asustando a los pescadores. Es tal la fuerza de la leyenda, que, hoy por hoy, cada diciembre se celebra el Festival Folclórico de la Leyenda del Hombre Caimán.
Leyendas de los Andes colombianos
Qué te parece si damos paso al sonido del aire que sale de la quena andina; a la bandeja paisa, el ajiaco santafereño y a un café bien cargado en la mañana. Muchas son las leyendas que han nacido en las montañas de las tres cordilleras que recorren el país, mientras la gente baila al son de la guabina o el bambuco; pero, solo una ha recorrido los hogares del país entero con tal fuerza, que hasta las montañas tiemblan: es La llorona. Y es que, sí o sí, haces parte de ese grupo de colombianos a quien la mamá intimidó cuando niño con el cuento de que: “si sale a esta hora, se lo puede llevar la llorona”, como si de un espíritu maligno se tratara.
“La Llorona”
Cuentan los campesinos de los bosques andinos, que en la noche espesa se pueden oír los gritos de culpa y el llanto desesperado de una mujer que, después de ahogar a su hijo en el río, fue condenada a divagar como un alma en pena, con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, el cabello rebujado, las vestiduras largas, sucias y raídas, y el feto de un niño en brazos, envuelto en una manta mientras canta canciones de cuna.
La leyenda explica que, en el pasado, este espíritu fue una hermosa mujer indígena de larga cabellera, que enamoraba a todo hombre que se cruzaba en su camino; uno de ellos, un español de quien estaba perdidamente enamorada. Justamente, debido a la moral reinante en tiempos de la colonia y a que nunca pudieron casarse, la mujer enloqueció hasta el punto de matar a su hijo –incluso, algunas versiones, hablan de hasta 3 pequeños-.
Leyendas de la Orinoquía
Mejor conocida como los llanos orientales, esta región recibe su nombre por el río Orinoco que la atraviesa de punta a punta y se caracteriza por un paisaje en forma de planicie. En esta tierra, reconocida por su actividad ganadera extensiva, el Festival Nacional del Joropo y la famosa mamona, son muchos los llaneros que lo han intentado, pero pocos los que han sobrevivido a una noche oscura en el pie de monte llanero. ¿Quieres saber por qué?
“Bolefuego”
Cuenta esta leyenda colombiana que, siglos atrás, existió en las profundidades del llano una hermosa mujer de ojos azules, piel morena y una cabellera negra azabache, que se alargaba hasta fundirse con el vaivén de sus caderas. Su nombre, Candelaria. Cuando estuvo en edad de merecer, nuestra protagonista se casó con un hombre llamado Esteban, que, consumado el oficio, mostró su verdadero rostro de alcohólico, fiestero y mujeriego.
Un día de tantos, y con dos hijos en casa, Esteban se disponía a irse para la tradicional fiesta sabanera: el San Pascual Bailón, pero sin avisar o invitar a Candelaria. Ésta, al sentirse traicionada, agarró el hacha para cortar leña de su marido y, delante de sus hijos –Sigilfredo y Esteban-, sin dudarlo un segundo, se la clavó en la cabeza al hombre, obligando a sus pequeños a enterrar a su propio padre.
Años después…
Después de rechazar a cientos de pretendientes, y, llena de los celos enfermos de una madre para quien ninguna mujer es suficiente para sus hijos, Candelaria obligó a Sigilfredo y a Esteban a dormir en su misma cama, hasta convertir al primogénito en su amante. En cambio, el segundo –Esteban-, se opuso tajantemente a un acto que consideraba inmoral, negándose a ello hasta que su madre murió de desilusión.
Dicen los pobladores, que, el día del juicio final, Candelaria fue condenada a deambular por los caminos en forma de bola de fuego o candileja con brazos chorreantes de fuego, asustando a los viajeros borrachos, irresponsables e infieles. Se recomienda a los aventureros que la vean no rezar ni por error, pues se siente especialmente atraída por ellos.
Leyendas de la región Amazónica
Ahora, trasládate hasta el extremo sur del país, donde abunda la selva: un pulmón verde que se constituye como el gran tesoro de la humanidad. Esta región es, sin duda, la mata de las leyendas mágicas y profanas, danzas indígenas como el zuyuco y una gastronomía exótica, compuesta por animales de río como la boa o el pirarucú, condimentados con limón o vinagre, y acompañados de una buena yuca. Justamente, en las profundidades del río Amazonas, se esconde un dios animalado, que tiene el poder para convertirse en humano y seducir a las mujeres. ¿Quieres saber quién es?
“El Yacuruna”
También conocido como el Poseidón colombiano, el Yacuruna es un dios que habita en los ríos y lagos de la región amazónica, con apariencia de reptil color verde grisáceo, y la habilidad para transmutarse a la figura de un hombre y animales de río, como el delfín rosado. Otras versiones de la leyenda, aseguran que este ser mitológico puede girar la cabeza hasta 180° y por eso se le puede descubrir con ella completamente hacia atrás.
Cuentan los ancianos indígenas, que no sólo es el dios más poderoso de la selva amazónica – con control incluso sobre las sirenas, con quienes puede comunicarse-; sino, que, cuando adquiere la forma humana, se convierte en el hombre más guapo de toda la región, seduciendo así a hermosas mujeres y niños que aceptan su invitación para jugar en el río, y terminan sumergidos en las profundidades como parte de su colección en la ciudad subacuática de donde proviene. De estos hombres y mujeres que descienden hasta su reino, se dice que acaban mimetizándose hasta convertirse en un Yacuruna más, física y mentalmente, pasando así a formar parte de esta poderosa raza.
Leyendas del Pacífico
Ahora, cierra los ojos y transpórtate a la tierra del pescado y el currulao, hasta el océano de las ballenas jorobadas, un clima de selva húmedo tropical, las fiestas patronales de San Pacho y el Carnaval del Fuego. Una tierra, rica en fuentes hídricas, fauna y flora, caracterizada por albergar múltiples parques naturales y la mayor población negra del país. Aquí, en esta tierra, nació una de las leyendas colombianas más tenebrosas: El Riviel.
“El Riviel”
Narran los marinos, que, en la época colonial, un barco español, repleto de oro, se enfrentó a una embarcación de piratas en medio del litoral Pacífico, culminando con la muerte de un pirata árabe que, antes de fenecer, maldijo abiertamente al dios de los católicos. Desde entonces, se cuenta que, en las noches sin estrellas, su alma va errática por las islas del Pacífico donde surca las olas con una suerte de tabla, parecida al caparazón de una tortuga gigante.
Se le reconoce por un cuerpo de piel oscura, como de un enano, a quien no logra reconocérsele el rostro; un cuerpo que emana olor a carne podrida, pues le gusta succionar los sesos de los marinos extraviados que mueren a causa del terror de la oscuridad, y de su propia presencia en los bohíos de los pescadores.
La leyenda cuenta que El Riviel es un habitante del mar, cuya presencia sólo es percibida gracias a la luz de un farol que va a un costado de su tabla de surf. Sobre su personalidad, se dice que disfruta hundiendo embarcaciones, y, al ser un hablador empedernido, con una voz animalesca, debes saber que vuelca su furia sobre aquel marino que ose ignorarlo.
Leyendas de la región Insular
¿Escuchas? Es el sonido del reggae y las hamacas meciéndose. Finalmente llegamos a la región insular, rica en gastronomía marina como la sopa de cangrejo o las bolas de caracol. En este paraíso rastafari del caribe, donde se combina las raíces colombianas con la religión anglicana y el idioma inglés, se entremezclan también las leyendas que dan forma a su identidad.
“El tesoro del pirata Morgan”
Este refugio de playas blancas, guarda una de las leyendas que ha dado la vuelta al mundo: ¿dónde está escondido el tesoro del pirata Sr. Henry Morgan?
Los isleños aseguran que allí, en la región compuesta por San Andrés, Providencia y las islas Malpelo y Gorgona, donde se encuentra la famosa “Cueva de Morgan”: una cavidad esculpida por la furia del mar en la piedra coralina del archipiélago de San Andrés, en la que hoy se erige un parque de atracciones y, ojo, de la cual se dice que en las noches es protegida por un cangrejo gigante, llamado King Crab, que defiende los tesoros del pirata Morgan de las manos de osados cazatesoros que utilizan los rezos del libro “Los secretos del infierno” o “Ciprianillo”, para desencantar la cueva.
Pero, ¿quién era Morgan?
Vale recordar que Morgan pasó a la historia como el malvado y avaro pirata con el tesoro escondido más grande hasta la fecha. Cuenta la leyenda que, durante el siglo XVI, mientras Morgan regresaba hacia Inglaterra del viaje más próspero de su vida por el Caribe, su embarcación naufragó y toda su tripulación, a excepción de él, fue devorada por tiburones. Milagrosamente, logró salvar también el tesoro y llevarlo a tierra firme, donde lo enterró, tan profundo, que hasta la luz de hoy nadie lo ha encontrado.
Cuentan los pobladores de la isla que, era tan malvada su alma, que después de haber regresado a Inglaterra donde cayó gravemente enfermo, dibujó a sus hijos: Caroline, James y William, un mapa con el lugar exacto para encontrar el tesoro, pero lo rompió en tres, previendo la ambición desmedida de sus congéneres.